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Ser positivo: una actitud ante la vida

Ser positivo es una actitud ante la vida, una manera de enfrentarnos  a las distintas situaciones que irán surgiendo en el camino. En el entorno laboral, ser más positivo ayuda a transformar las dificultades en oportunidades, motivándonos para superar los escollos y a la vez salir reforzados de ellos. La positividad puede aprenderse pero se necesitará esfuerzo y constancia para desarrollarla, hasta lograr que sea una reacción natural.

La forma en que comienzas el día suele condicionar el resto de la jornada. Empezar el día con buen pie será complicado si apenas has podido conciliar el sueño. La irascibilidad, el mal humor, la ansiedad y el pesimismo serán a buen seguro tus compañeros de jornada. ¡Y no hay café que lo arregle!

Por otro lado, los empleados felices están un 36% más motivados y son un 31% más eficientes. Por eso, los beneficios sociales son una buena manera de potenciar su creatividad y bienestar.

Gestos que marcan la diferencia

Queremos ser más positivo pero no hay manera de hacernos sonreír. Llegar a la oficina con una sonrisa ayuda a crear un ambiente cordial en el que resulta más sencillo ser productivo. Mientras estemos en el autobús o en el medio de transporte que utilicemos, hay que aprovechar para recordar frases inspiradoras que expresen aquello que remueve por dentro y ayuda a continuar.

Toda situación negativa tiene una parte amable que no siempre resulta fácil de encontrar. En estos casos, es lógico requerir cierto tiempo para evaluar los pormenores con claridad. Tratar de hacerlo cuando todavía estamos nerviosos o disgustados no es la mejor opción.

A veces acumulamos tantas preocupaciones, cansancio y estrés que nos impide ser objetivos y racionales. En esos momentos es fácil perder la perspectiva y encontrarnos de repente en una cuesta abajo sin frenos. Respirar, concentrarse y valorar la situación en frío nos ayudará a relativizar.

Las inevitables críticas

Las críticas son inevitables, sobre todo a nivel laboral. La clave será aprender a gestionarlas de una manera positiva, entendiéndolas como opiniones y no como ataques personales.

Cálmate antes de responder, escucha bien porque tal vez puedas aprender algo y, en la medida de lo posible, contesta con amabilidad. Quizá la otra persona tenga un mal día y tan sólo haya sido un desafortunado comentario.  Busca el lado bueno de cada una, siéntete inspirado por sus virtudes y evita las comparaciones.

Haz un paréntesis, tómate un café o aprovecha la hora de la comida para desconectar; en definitiva, serénate. Vuelve a ser dueño de tus pensamientos y encuentra la perspectiva constructiva que te interesa.

Una vida sana y enriquecedora

Tener claro qué queremos conseguir ayuda a lograrlo. De esta manera evitaremos la sensación de que la vida se nos escapa sin haber hecho lo que realmente nos hace feliz. Visualizar nuestra situación ideal y esforzarnos trabajando por ella con ilusión es la clave para entregarnos al 100% y aceptar que todo es posible.

Leer, hacer deporte, estar al día de lo que sucede en el mundo, salir al campo, escuchar música, asistir a conciertos, hacer yoga, practicar las aficiones preferidas, ir al teatro, cultivar nuevas y antiguas amistades, apuntarnos a un curso de algo que realmente nos apetezca, meditar, visitar un museo… Cómo o con quién pasemos el tiempo libre contribuye a llevar una vida sana y enriquecedora que reforzará la autoestima.

Bajar el ritmo

Intentar mantener el mismo ritmo intenso toda la semana termina por pasar factura. El estrés aparece, el cansancio se intensifica, incluso podemos sufrir situaciones como el síndrome de “estar quemado”. Cada vez más presente en los entornos laborales, el mindfulness es una práctica que permite ralentizar el frenético ritmo de vida. Pensar en quién somos, qué hacemos y por qué, ayuda a centrarnos y evitar reacciones desmesuradas ante las cosas que pasan a nuestro alrededor.

Esta buena práctica no es solo beneficiosa a nivel personal sino también a nivel laboral. Contribuye a estar más contentos y motivados y, por tanto, a ser más positivo. Hacer un parón y bajar el ritmo no es frenar sino asegurarnos de que cogemos impulso.

Por último, las personas positivas no viven pendientes del pasado. Pensar en cómo se hubieran desarrollado los acontecimientos de haber actuado de otra manera no conduce a nada, tan sólo es una distracción que impide que nos centremos en nuestras metas.