¿El invierno se ceba con tu piel? 

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Si tu respuesta es sí ¡no nos extraña nada! Con las temperaturas polares que estamos teniendo es normal que el frío haga mella en tu piel, sobre todo aquella que no sueles llevar cubierta como la del rostro. Además, el aire, el sol, los cambios de temperatura o la calefacción son otros de los elementos que pueden dañarla.  

Protección e hidratación, no solo en verano 

Estamos muy concienciados de los peligros del sol y tomamos las precauciones necesarias en los meses de verano para evitar sus consecuencias negativas. ¿Por qué bajamos la guardia en invierno? Quizá el sol no sea tan intenso pero la es precisamente en esta estación cuando la piel necesita cuidados extra. Al volverse más seca pueden aparecer rojeces, cierta tirantez o incluso pequeñas grietas.  

Una de las causas de mayor sufrimiento de la piel son los cambios bruscos de temperatura. El trayecto de casa al trabajo suele pasar por distintas fases: calle, transporte, de nuevo calle y finalmente oficina. De esta manera, la piel apenas tiene tiempo para adecuarse del frío del exterior al calor de los ambientes cerrados.  

Aunque hidratarnos el cuerpo debe ser una costumbre, lo cierto es que las prisas del día a día pueden hacer que no siempre lo sigamos a rajatabla. La hidratación debe centrarse especialmente en cara, cuello, escote y manos. Por otra parte, la hidratación desde dentro resulta igual de importante y beneficiosa para la piel. Una alimentación equilibrada y beber dos litros de agua al día también influye en su buen aspecto.  

Productos específicos para zonas concretas 

Cuando hablamos de piel solemos pensar únicamente en la del rostro, pero las manos son también una parte muy sensible que se encuentra continuamente expuesta. El uso de guantes en los meses de invierno y aplicar una buena crema hidratante tantas veces como sea necesario, suelen ser los dos hábitos más efectivos para su cuidado. 

En cuanto a los labios, un producto específico que actúe como barrera protectora ayudará a evitar su sequedad y la consecuente aparición de las incómodas pielecitas.  

Al igual que sucede con la piel de otras zonas, los cambios de temperatura contribuyen a la deshidratación del pelo, pudiendo sufrir una descamación del cuero cabelludo.  El uso de mascarillas nutritivas como complemento de su lavado contrarrestará este efecto. 

La piel también sufre en interiores 

A pesar de que cada trabajo cuenta con sus peculiaridades, la mayoría de las oficinas comparten una serie de características con gran repercusión sobre nuestra piel. El aire acondicionado, la calefacción o la sequedad del ambiente son algunas de ellas. 

No es lo mismo trabajar al aire libre que en una oficina con poca ventilación. En los espacios cerrados la piel se encuentra expuesta a la polución derivada del aire acondicionado y la calefacción, lo que disminuye a su vez la humedad del ambiente. Al acumular más toxinas la piel pierde uniformidad, elasticidad y luminosidad. 

Para compensar esa pérdida de humedad es recomendable el uso de humidificadores. Por su parte, las fuentes de calor directas traen consigo alteraciones en algunos tipos de piel que pueden ser irreversibles por lo que conviene evitarlas. 

Si se trabaja manipulando archivos o papeles, el polvo será uno de los grandes enemigos. Además del que puede encontrarse en cualquier despacho, la acumulación de papel es el caldo de cultivo perfecto para los ácaros. Trabajar con guantes de algodón reducirá el riesgo de picor y otras molestias derivadas de la exposición continua al polvo.  

Antes de dormir 

Después de un día intenso, es indispensable una buena limpieza del rostro para eliminar las impurezas. Lavarte la cara con agua tibia para evitar la vasodilatación y un tratamiento en profundidad realizado con un suave masaje ayudará a restablecer la frescura de la piel. En cuanto al resto del cuerpo, cuidarlo después de la ducha con una crema hidratante compensará los efectos de la calefacción y demás factores.  

Mantener nuestra piel sana no es cosa de un día. A los tradicionales hábitos saludables se suman ahora los específicos para la piel, como son protegerla de las inclemencias del tiempo y los factores ambientales, lavarla y desmaquillarla a diario y usar un tratamiento específico adecuado a la edad y demás circunstancias.